Carlos Díaz Maroto
“Quería hacer un Watson vulnerable y humano, con una personalidad muy definida y muy cercana al lector”
Es muchas cosas en lo referente a la cultura popular por la que transita y pasea como Carlos por su casa. Consigue reunir el rigor del erudito y la pasión del aficionado en todo lo que hace. Y hace y ha hecho mucho. De fanzines a monografías, de blogs a tertulias, de monografías a artículos, de ensayos a ficciones, como “Las aventuras del Dr. Watson”, publicado en 2021 por Isla de Namumbu, un proyecto personal del que cuenta y comenta.
CH: ¿Su relación con Sherlock Holmes como lector, espectador y espectador?
D. MAROTO: Tengo el remoto recuerdo de la serie de televisión con Peter Cushing. Puede que esa fuera la primera vez que me topara con Sherlock Holmes. Entonces no era aficionado al personaje, sino que era otro más de la cultura popular que me atraía. Fue con el paso del tiempo cuando fui fijándome en él, cuando me fui interesando por el mundo que rodea a Holmes, por todo ese universo coherente y el modo en que tanto Conan Doyle como otros autores han jugado con él, respetándolo o traicionándolo.
CH: Usted es, entre otras muchas cosas referidas a la cultura popular, crítico cinematográfico. A pesar de ser uno de los personajes más filmados, es difícil encontrar versiones que satisfagan a los aficionados. ¿por qué es tan difícil capturar a Holmes?
D. MAROTO: Bueno, todo depende de cada aficionado. Los hay que se irritan mucho si cuando adaptan "El signo de los cuatro", por ejemplo, varían un mínimo elemento de la trama. También hay que tener en cuenta que Sherlock Holmes es un personaje muy rico, al que se puede enfocar de muchas maneras, potenciando tal o cual rasgo de su personalidad. Todo depende si determinado talante favorecido es del agrado de un espectador concreto, como podría ser el caso del interpretado por Robert Downey Jr., que se fija en los elementos más superficiales y a mí, personalmente, no me entusiasma.
CH: ¿Hay un Holmes definitivo?
D. MAROTO: En lo que a mí respecta, sí hay un Holmes definitivo, y ese es Peter Cushing, y siento una gran admiración también por Jeremy Brett. Eso no es óbice para que sí, antes o después, surge una nueva encarnación, esta entrará a formar también parte de mis favoritos. De todas maneras, puede que os sorprenda, pero algunos títulos más o menos fundamentales aún no los he visto, debido a la diversidad de mis intereses…, y es que no se puede abarcar todo. Tengo ganas de analizar la saga de telefilmes de Vasily Livanov.
CH: Como tantos holmesianos, considera "Asesinato por decreto" una de las mejores, si no la mejor, película del personaje.
D. MAROTO: La cuestión con "Asesinato por decreto" es que, además, se fusiona con otro elemento que me fascina, como es "Jack el Destripador". La trama me resulta muy sugestiva, pues se basa en uno de los ensayos más valorados que existen sobre la identidad del asesino de Whitechapel (inédito en España, desde luego). El Holmes que recrea Christopher Plummer me parece uno de los más conseguidos, y he comentado en más de una ocasión que el Watson de esta película, interpretado por James Mason, es para mí el mejor de todos. Aunque el reparto en su totalidad me parece glorioso, la recreación de Londres maravillosa… Como puedes comprobar, se juntan muchos factores. Y la dirección de Bob Clark, el de "Porky’s", pero también responsable de alguna cinta de terror de los setenta interesante, es bastante sólida.
CH: ¿Qué otras versiones en celuloide del personaje, considera el crítico Díaz Maroto, válidas?
D. MAROTO: Tengo especial debilidad por "El perro de Baskerville", la versión de la Hammer dirigida por Terence Fisher. La puesta en escena, su atmósfera, el reparto, la música de James Bernard… todo ello ayuda a aportar uno de los logros más altos, acaso mi versión favorita de Holmes. También tendríamos la adaptación de esa misma novela protagonizada por Basil Rathbone, otro de los actores que ayudaron a popularizar la imagen, aunque luego, en el segundo ciclo del personaje, ya producido por la Universal, se tendió un poco hacia la superficialidad, al menos en sus entregas iniciales.
CH: ¿Cómo cree que se debe tratar al personaje? ¿Con respeto al Canon? ¿Sin preocuparse del Canon? ¿Ateniéndose a la esencia y no a la continuidad o lógicas argumentales que no dejan de ser limitativas y no enriquecen al personaje?
D. MAROTO: Lo he comentado en otras ocasiones respecto a Batman: este tiene aventuras en el cómic que están enfocadas hacia lo policíaco, otras hacia el terror, hacia la ciencia ficción, hacia el estilo James Bond… Cuando un personaje tiene riqueza, se puede enfocar de mil maneras. Si una película (o cómic, o serie) sobre Sherlock Holmes se plantea ser fiel al canon, estupendo (pero si presumes de ello, sé consecuente), y si prefiere experimentar, plantear otros enfoques, también me parece bien. Solo exijo una cosa: que el resultado me parezca bueno. Hay películas en que digo: «Bien, la personalidad de Holmes no está, falta todo el fondo deductivo; pero como película está bien». Acepto todo mientras sea bueno.
CH: En 2021 publicó "Las aventuras del Dr. Watson", libro en el que reúne –bajo un hilo conductor– cinco aventuras de longitud variable.
D. MAROTO: Al principio era un solo relato, el que abre el libro, «La aventura de las hadas de Littlehampton». Quería escribir una historia donde Watson tuviera mayor protagonismo del que, por lo general, se le da. Mi amigo Manuel Aguilar, que en paz descanse, me sugirió mezclarlo con el tema de las hadas, y luego decidí llenarlo de alusiones al caso «real» que vivió Conan Doyle. Así, construí el relato con Watson como detective y Holmes como su ayudante. Publiqué ese cuento en mi blog «221B».
CH: No quedó ahí.
D. MAROTO: No, que va, más adelante se me ocurrió añadir más aventuras, y entonces, como la primera había arrancado cuando Holmes ya estaba retirado, me pareció muy forzado hacer que este apareciera casualmente en todos los casos —«¡uy, pasaba por aquí!»—. Por lo cual, al final, lo centré en exclusiva en Watson, con la colaboración casi fija de su esposa, y apariciones ocasionales de otros personajes del canon, como el inevitable Lestrade.
CH: Y apareció una propuesta.
D. MAROTO: Si, llegado un momento, Javier Alcázar, editor de Isla de Nabumbu, me dijo que quería publicar algo mío, y yo le sugerí esa colección de relatos. En aquel entonces el último de ellos lo tenía más o menos a medias, pues me había quedado bloqueado. Lo acordamos, me puse con él, y seguí sin problema alguno. A veces hay que dejar reposar algo y, de pronto, todo se despeja. El título de "Las aventuras del dr. Watson" es, por supuesto, un guiño a uno de los libros de Conan Doyle, "Las aventuras de Sherlock Holmes". Me he planteado escribir más cuentos, pero tal como acaba el libro, las historias habrían de ir colocadas cronológicamente entre las ya publicadas, o antes. Había pensado titularlo "El archivo del dr. Watson".
CH: Un libro magníficamente ilustrado, por Agu Ariza en un estilo de cómic europeo clásico, digno de figurar en las revistas Pilote, Tintín o Spirou.
D. MAROTO: Bueno, aquí yo no tengo nada que ver. Fue decisión exclusiva de Javier. Isla de Nabumbu publica algo de literatura, pero se centra sobre todo en cómic. Javier es todo un experto en la materia y, por tanto, tuvo mucho tino al elegir a Ariza. Para mí fue toda una sorpresa que, además, el dibujo de portada prosiguiera en la contraportada, componiendo un mural maravilloso. Si hago ese segundo libro, por supuesto, tendrá que ser él de nuevo el ilustrador, por una lógica de coherencia estética.
CH: Su Watson es un Watson tardío, mesurado y reflexivo. La ilustración de portada (del gran Agu Ariza) que toma los rasgos de James Mason da una pista al respecto. El Watson de Mason es vulnerable y, sobre todo, muy humano…
D. MAROTO: Lo de que se pareciera a James Mason se lo dije a Agu. Ya he comentado antes que su Watson de la película de Bob Clark para mí es el mejor de todos, por lo cual, mientras escribía, tenía esos rasgos siempre en mente. Muchas películas ponen siempre a Holmes y Watson como dos personajes maduros, pero en la primera novela tienen alrededor de veintiocho años. Sin embargo, dada la fecha en que transcurren estos relatos, tenía que ser ya un hombre maduro. La verdad es que yo siempre he sentido debilidad por los «segundones». Sherlock Holmes me encanta, por supuesto, pero Watson también me parece una figura muy interesante sobre la que explorar. Sí, quería hacerlo vulnerable y humano, otorgarle una personalidad muy definida y muy cercana al lector. No quería que fuera un superhéroe omnipotente.
CH: Su Watson es, además, un hombre tranquilo que ama la vida diaria y hogareña…
D. MAROTO: A medida que iba forjando los relatos, quería darles una unidad entre ellos. En el primero menciono su matrimonio, y su esposa me sirvió como elemento unificador entre todos ellos. Dices que le gusta la vida hogareña, y sí, por supuesto, pero ello viene condicionado por el amor que hay entre la pareja. Están muy unidos, y quería que eso diera forma a la relación entre ellos. No hay nada mejor para Watson que sentarse junto a la chimenea, leyendo el Lancet, mientras a su lado está su esposa, cosiendo (ten en cuenta que, al fin y al cabo, son eduardianos).
CH: Resuelve asuntos “pendientes” del Dr Watson como las dos (o una) heridas, su número de matrimonios…
D. MAROTO: Lo de las dos heridas es un supuesto fallo de Conan Doyle, que en unos relatos menciona que es en la pierna y en otros en el hombro. Para justificarlo hice que, sencillamente, fueran dos heridas distintas: en ninguno de los relatos se equivoca, sino que menciona situaciones diferentes. Lo de los matrimonios de Watson también es algo un poco nebuloso, y quise darle una explicación clara.
CH: Asimismo, las historias transcurren en ambientes cotidianos. Es un libro muy intimista y, si me permite, costumbrista.
D. MAROTO: Y sí, ese costumbrismo que refieres lo busqué haciendo alusiones a hechos históricos auténticos en el Reino Unido y en el mundo, para establecer esa fijación cronológica que pretendía, y que, de algún modo, sitúa a los personajes en un mundo real.
CH: El tono del libro es pausado y hasta meditabundo. Se nota que ha sido creado a lo largo del tiempo y para su propio disfrute. Incluso se introduces como depositario de los escritos watsonianos.
D. MAROTO: Muchos pastiches sherlockianos arrancan con una explicación del autor/recopilador, de cómo ese manuscrito de Watson llegó a sus manos. Quise hacer algo similar y, dado el trabajo que tengo, me sirvió muy bien de excusa para introducirme a mí mismo en las historias.
CH: Watson resuelve sus casos en el periodo de tiempo que llega hasta el verdadero comienzo del siglo XX : la Primera Guerra Mundial.
D. MAROTO: Mi idea, al dar protagonismo a Watson, se apoyaba en la ausencia de Holmes y, por tanto, hube de buscar un período histórico concreto. Lo de la trama en la Primera Guerra Mundial ya lo tenía en mente desde hacía tiempo, y buscaba encaminar todo hacia ese «resultado». Además, cada relato me servía para desarrollar una temática concreta de la literatura fantástica, con muchos guiños a películas del género.
CH: El subtexto del libro está en la tensión (y enemistad) entre lo racional y lo irracional, entre la civilización del primer mundo y las antiguas culturas, hay una reacción de los cultos y mitos antiguos…
D. MAROTO: Conan Doyle fue un escritor muy variado: tiene sus novelas históricas (que eran sus favoritas), también escribió relatos de terror, creía en hadas y fantasmas. Y, por otro lado, Sherlock Holmes representaba su mente racional. En "El perro de Baskerville" tiene una explicación realista, no se trata de un sabueso sobrenatural, tiene un cuento de vampiros donde, una vez más, se da la interpretación racional. Como amante de lo fantástico que soy, quería que todas estas aventuras incidieran en lo que no puede ser explicado. En la primera aventura, la de las hadas, se intenta dar más o menos una explicación «científica» a su existencia, pero después voy sumergiéndome más y más en lo sobrenatural, en lo irracional. Los cultos antiguos siguen perviviendo en la Inglaterra eduardiana, dioses primigenios de la selva amazónica tienen su reflejo entre los muros de las mansiones señoriales…
CH: El libro transcurre en un momento histórico en el que los logros de la sociedad victoriana hacían creer que el intelecto humano era invencible y, a la vez, hubo un renacer del interés en lo oculto.
D. MAROTO: La industrialización paulatina hizo que la sociedad se viera, digamos, desde un ámbito más civilizado, como si la humanidad se encaminara hacia un mundo más coherente, más científico. Al tiempo, por esa misma época, nacía el espiritismo, y después, tras la Primera Guerra Mundial, se potenció aún más. La muerte de tantos seres amados conmocionó a la sociedad «civilizada» —esa que se mata entre sí por cuestiones baladíes— e hizo que se retornara hacia la superstición, hacia un intento de justificar esas muertes, de sentir aún a los seres queridos. Todo ese mundo se recrea en las aventuras. O, al menos, se intenta.
CH: En la primera de las historias, «La aventura de las hadas de Littlehampton», aparecen las hadas no como las conocemos en sus edulcoradas y comercializadas versiones actuales, sino como arpías y seres maléficos, los pixies…
D. MAROTO: Cualquiera que me conozca sabe que era imposible que yo presentara hadas hermosas, buenas, adorables… Eso no va conmigo. Las mías son malignas, cabronas. Al fin y al cabo, no me inventaba nada: ese modo de reflejarlas ya existía. Yo buscaba aportar algo numinoso, oscuro, terrible…
CH: Es inevitable pensar en las hadas de Cottingley que tanto fascinaron y pusieron en evidencia a Conan Doyle…
D. MAROTO: Lo comenté antes: me inspiré en ese hecho, supuestamente real. Las niñas son exactamente las mismas. Luego cambié algunas cosas por cuestiones de narrativa. Incluso el sitio donde se ha retirado Holmes es otro al que se cita en las Sagradas Escrituras, porque me pareció que era una falta de tacto que Watson citara dónde vivía su socio, para que la gente fuera a incordiarle. Así pues, reconstruyo, más o menos, ese caso, pero no es ningún engaño de las niñas, que estas sí son adorables, sino que todo es auténtico…
CH: También está presente en el cuento la admiración y protección a la infancia que surge en la sociedad victoriana, algunos de cuyos más inquietantes e importantes personajes son niños y niñas…
D. MAROTO: Al basarme en el caso, las niñas tenían que aparecer. El matrimonio que las cuida son muy protectores y cariñosos, e incluso se plantea la sospecha del maltrato (porque es algo obvio que había que considerar), para luego desecharlo. E incluso ofrezco a Holmes siendo muy paternal con las niñas. Con la edad, el detective ha abandonado ese aire huraño y distante con el que, a veces, se le asocia, y juega con ellas, las sienta sobre sus rodillas… Watson destaca ese hecho con cierta sorpresa.
CH: En «La aventura del dios araña» toca el tema de los antiguos dioses que se resisten a desaparecer cuando los humanos dejan de creer en ellos. Es un cuento muy lovecraftiano y que se desarrolla en un ambiente rural, como un cuento de M. R. James.
D. MAROTO: Esa historia tiene dos partes diferenciadas. Por un lado, la carta, donde se narra una historia que acontece en plena jungla amazónica, con tribus salvajes y cultos paganos. Y por otro, el Londres de principios del siglo XX, en un barrio rico, opulento, donde el reflejo de ese culto tiene reflejo, en la sociedad civilizada del momento. Era la búsqueda del contraste entre lo racional y lo irracional que decías antes. Sí, la historia busca guiños a dioses ignominiosos propios de Lovecraft, aunque también posee ciertos ecos howardianos.
CH: Da la sensación que aprovecha (en el mejor sentido de la palabra) al buen doctor para tratar sus «obsesiones» literarias, como en «La aventura de los páramos de Perth» donde, en un ambiente baskervilliano, trata sobre el mito de la licantropía que siempre le ha gustado…
D. MAROTO: Efectivamente. El buen doctor me sirve de guía para ir presentando historias donde desarrollar constantes temáticas del fantástico que me atraen particularmente. Sí, en esta historia buscaba darle un cierto ambiente a lo Baskerville. Y no es una novela-enigma: aquí no hay que averiguar quién de los reunidos es un hombre lobo. Aunque no se desvela desde el inicio, para cualquier lector experimentado queda evidente. «Uy, el tipo este…». La intención era recrear ese mundo y enfrentar al doctor con él, cómo alguien de su personalidad enfocaría algo así. Y el hombre lobo que recreo es, al mismo tiempo, muy tradicional, a la Universal —véase el dibujo de la portada—, pero también sufre una transformación a lo "Aullidos".
CH: Incluye en el cuento la sabiduría de Baring Gould en su clásico libro sobre los hombres lobo…
D. MAROTO: Sí, era una alusión necesaria. Hay que buscar raíces. Por cierto, que un amigo me comentó que estaba muy bien documentado con lo del origen de los licántropos en la India, con esa tribu… Bueno, todo es inventado.
CH: En «La aventura de los invasores del espacio» recrea –con lógica y verosímiles– una invasión extraterrestre con ecos de "La invasión de los ultracuerpos". Es todo un ensayo en ciencia ficción, otra de sus pasiones a la que rinde homenaje...
D. MAROTO: Sin duda. "La invasión de los ladrones de cuerpos" —la versión de Don Siegel, antes que la de Kaufmann, aunque esa también me gusta mucho—, es uno de los filmes icónicos de ciencia ficción para mí. Me apetecía hacer algo de ese estilo. El cuento, además, busca una ambientación a lo Hammer, tanto de su cine gótico como del fantacientífico. Y fíjate en el nombre del niño…
CH: Queda en el aire que hay otros mundos, otras realidades, y están en este al que pasan a través de otras puertas.
D. MAROTO: Es una idea que me fascina, y de hecho la toco en más ocasiones en otros escritos míos, como una novela que está a punto de aparecer —y de la que no puedo contar mucho aún—, donde, en cierto momento, aunque no sea la base de la historia, planteo la idea de universos alternativos, algunos de los cuales pueden ser casi idénticos al nuestro, y otros irrealmente distintos. No están en sitios distantes, sino que están superpuestos al nuestro, y en ocasiones se pueden cruzar.
CH: El sombrío y tenso ambiente previo a la I Guerra Mundial (que supondría un punto y aparte y el verdadero inicio del siglo XX) aparece en el cuento ya urbano «La aventura de los autómatas de la muerte», el cuento que cierra la colección en el que narra todo un ataque al orden establecido y a los poderes que lo representan...
D. MAROTO: Ese cuento se me fue un poco de las manos, en el sentido en que, tal como acaba, como dije, era difícil proseguir a partir de ahí. Pero la historia lo requería. No quería algo acomodaticio. Es un poco el eco de lo de antes, esas realidades alternativas. En este cuento —novela corta, más bien—, la historia del Reino Unido y de todo el mundo varía de la forma en que nosotros la conocemos. Siempre me ha fascinado esa idea. Cada novela, cada película, se ambienta en una realidad alternativa que, a medida que se desarrolla la historia, se va creando ese nuevo universo.
CH: Aparecen, también, los robots, uno de los símbolos de la ciencia ficción. Robots que se vuelven contra los humanos. La ciencia se revuelve contra la sociedad a la que tiene que servir o, por citar a un ilustre, "el sueño de la razón produce monstruos".
D. MAROTO: No son tanto los robots los que se vuelven contra los humanos, como los propios humanos que los han construido. Aquí no son inteligencia artificial, son meros mecanismos, como tanques, manejados por otras personas. Pero fíjate cómo los describo —también se les ve en la portada—. No quería que fueran robots asimovianos, sino algo antiguo, cyberpunk, algo propio de un serial de Flash Gordon. Esa ciencia ficción antigua que también me fascina. Aquí, los monstruos somos nosotros mismos.
CH: Es un cuento que es, también, una historia de espionaje y contraespionaje entre gobiernos y poderes…
D. MAROTO: Cierto. Es un tema que también tocó Conan Doyle en sus aventuras de Sherlock Holmes, solo que con resonancias menos rimbombantes. Aquí, quería desbarrar, que fuera algo caótico, apocalíptico. Me gustaría ver una película estilo "El espía que surgió del frío", pero que derivara en algo descomunal. Algo así como la cinta de Robert Aldrich "El beso mortal". El pastiche es uno de los temas que me fascinan, y de hecho, todo este libro es eso, un pastiche donde mezclo todo lo que se me ocurre.
CH: Es un libro pesimista, un libro que narra lo que puede ocurrir del desprecio de la humanidad por todo aquello que no conoce o ignora, así como de su afán de supremacía y jainismo.
D. MAROTO: Mi idea, ante todo, era hacer un libro divertido. Pero luego, de pronto, hacia el final, me pongo derrotista. "Las aventuras del dr. Watson" se ambienta en un mundo pasado, de hace un siglo, y en un universo alternativo que no es el nuestro. Pero, al mismo tiempo, es tan parecido al nuestro propio, aquí y ahora. A cada día que pasa podemos estar en ese Apocalipsis. El cambio climático, las obsesiones cerriles de unos dictadores con poder y poco equilibrio mental. Eso está ahora ahí mismo. El peligro que acontece en «La aventura de los autómatas de la muerte» podría pasar ahora mismo, aquí. No con robots, con duplicados humanos, sino con los propios dirigentes que nos gobiernan.
CH: Cerramos la entrevista hablando de las primeras palabras del libro. Este se halla dedicado, con emotividad, a Manolo Aguilar, una persona inolvidable para quienes le conocimos.
D. MAROTO: El libro se lo dedico por dos motivos. Uno, por lo que ya he comentado: él me dio una idea para seguir adelante con él, o mejor dicho, con su simiente. Y el otro… De todos mis amigos, con Manolo es con quien coincidía en gustos al máximo. Muchas veces, cuando ahora estoy viendo una película que descubro, me encuentro pensando: «Cómo le gustaría esto a Manolo…». Sé que este libro le hubiera encantado. Lo sé con seguridad. Creo que algo de eso menciono en la dedicatoria. Él se leyó el primer cuento, y de hecho me hizo algunas correcciones de estilo. Creo que también leyó el segundo, y no sé si alguno más.
CH: ¿Cómo era Manolo de cerca?
D. MAROTO: Manolo era un alma noble, una persona por completo carente de maldad. Si te hacía algo que te dañaba, no era con mala intención, sino por torpeza, por cierta falta de tacto que también era uno de los elementos más entrañables que poseía. Y era la persona más tolerante que he conocido. Siempre, claro, dentro de ciertos cánones. No se puede ser tolerante con quien es intolerante… Fuimos muy amigos, estuvimos muy unidos, aunque, como todas las amistades, tuvo momentos más o menos cercanos. En los últimos tiempos teníamos planes de escribir algo juntos. Es una lástima que ya nada podamos hacer.
Una entrevista de Luis de Luis Otero ( Jabez Wilson)